Una cruel realidad pesa sobre un inmenso sector de nuestra población, traspasado por el hambre, la desnutrición, el desempleo, las condiciones inequitativas de trabajo, la falta de vivienda, los impedimentos al acceso a la salud y a la educación, entre otros males lacerantes.
Las personas extremadamente pobres comúnmente describen su posición en términos de sometimiento a un “encadenamiento” de precariedad cuya persistencia hacen que sean cada vez más difíciles de superar, y califican a este proceso como “circulo vicioso de la miseria”.
Luego, es válido entender que las personas pobres son aquellas que se ven sometidas a un entramado de relaciones de privación de múltiples bienes materiales, para el desarrollo autónomo de su identidad esencial y existencial.
El margen del derecho se sitúa en las correlativas obligaciones del estado de respetarlos, protegerlos y realizarlos. Así mismo también el derecho se encuentra en otras ramas como derechos económicos, sociales y culturales.
Es así que la pobreza es causa y producto de las violaciones de los derechos humanos. Los vínculos entre los derechos humanos y la pobreza son evidentes, como a las personas que se les deniegan los derechos, las víctimas de la discriminación. Es por ello que el derecho desde esta perspectiva se encamina simplemente a la violación del mismo, es decir los pobres en muchas sociedades no pueden disfrutar de sus derechos entre ellos a la educación, la salud y la vivienda, simplemente porque no están a su alcance…
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